El sueño de todos |
Las últimas buenas noticias sobre la marcha de
la rehabilitación de la Casa de la Moneda han traído a primer plano de la
actualidad este singular proyecto. En realidad, desde hace unos veinte años, de
un modo u otro, este valioso objetivo ha estado presente entre nosotros, aunque
de forma muy diferente, por cierto. Hasta hace poco más de año y medio, cuando
comenzaron a ejecutarse las obras (doce meses después del acuerdo de
financiación entre las tres administraciones), el proyecto sólo existía en el
papel. Ahora, con la mitad del trabajo realizado, las cosas se ven de otro modo.
Y, para todos, es más fácil percibir la luz que llega desde la otra boca del
túnel (la victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana, se dice). Los
que entonces veían visiones, han pasado a ser gente normal, quizá, tan sólo se
les reconozca una mayor agudeza visual. Al parecer, hay cada vez más convencidos
que se percatan de la importancia de esta magna empresa; es bueno saberlo. Ya
nadie duda, de que una vez realizada esta histórica reconstrucción surgirá un
singular Museo-taller en un excepcional paraje de la ribera del Eresma. En los
mismos edificios que albergaron el complejo industrial de acuñación de moneda de
su época y después de veinte meses de una meritoria y compleja reconstrucción
arquitectónica, todo parece factible. Ahora que, ya se alza en uno de los
edificios, la bella traza flamenca diseñada por Juan de Herrera (muestra única
de edificio industrial realizado por el gran arquitecto de Felipe II), ahora, se
puede - no imaginar- sino ver todo un sueño convertido en realidad. Una realidad
fabricada con nobles materiales, con piedra berroqueña, pizarra y madera de
Valsaín. De allí la obtuvo gratuitamente el mismo Felipe II, gracias a la
generosidad de los vecinos ("para serbir a Vuestra Magestad (...) que es madera
en el pinar de Balsavín").
Pero, ¿cómo se ha conseguido este imposible?
Aquella fábrica de harinas abandonada junto al Eresma, para muchos de nosotros,
sólo era un montón de ruinas sin futuro, desconocíamos su historia y nada
sabíamos de su ilustre pasado. Para sacarla del anonimato hacía falta mirarla
con ojos nuevos, con la mirada entrañable de un historiador. Esto es lo que
ocurrió hace dos décadas, más o menos. Un joven californiano (hace tiempo
nacionalizado español), Glenn Murray, experto en numismática que se hallaba de
gira por Europa supo de su existencia. Viajó a Segovia y aquí descubrió un nuevo
continente, algo así como Cristóbal Colón haciendo el camino al revés, más de
cinco siglos después. En este caso, el continente estaba deshabitado y en muy
mal estado, abandonado a las inclemencias del tiempo y sometido todos los
inviernos a las inundaciones del mismo río que en tiempos de gloria había sido
fuente de energía y de vitalidad para el Real Ingenio.
En líneas
generales, esta pequeña historia del descubrimiento y restauración de nuestra
Casa de la Moneda sigue el mismo guión que otros muchos ejemplos destacados. Los
protagonistas son gente, idealista y animosa, dispuesta a realizar sus sueños
sin reparar en el sacrificio, ni en el riesgo que comporta. Para la inmensa
mayoría, sus visones de futuro son quimeras. Fantasías irrealizables, para
aquellos que todo lo contabilizan en euros o en votos. Incluso, pueden llegar a
convertirse en pesadillas y quizá provoquen desencuentros, que son superables
cuando hay altura de miras (el resentimiento es siempre improductivo). Para los
que persiguen un ideal, una vez llegados a tierra firme, no les importa los
obstáculos que han tenido que superar al atravesar el océano. En esta larga
travesía de la total rehabilitación e instalación del futuro museo del Real
Ingenio, no se han superados todos los escollos, ni mucho menos. Entre otros, el
de su financiación y su misma realización, siguiendo el Proyecto redactado en
febrero de 2004 y coordinado por Murray, cuando era director del Comité
científico del la Fundación del Real Ingenio.
Sin embargo, pienso que la
parte más difícil de esta magnífica aventura ya ha sido recorrida. Algunas
personas y medios de opinión, como éste donde escribo (siempre atento a
ensanchar el horizonte segoviano) la impulsaron decididamente desde el
principio, como en su día ocurrió con otro gran proyecto, el del tren de alta
velocidad. Entonces, toda la sociedad segoviana se sumó para conseguir un
valioso objetivo para todos. Igualmente ahora, la participación ciudadana de
particulares e instituciones privadas y públicas, en un futuro próximo hará
realidad este gran sueño. Porque, ya no es sólo el sueño de uno: ha comenzado a
ser el sueño de todos.