Las de cocinero, futbolista, político o fontanero son las profesiones más reconocidas, digo. Nadie discute que lo mínimo que cobra un fontanero son veinte euros, pero si se trata de un profesor de matemáticas o gramática, estamos dispuestos a regatearlo. Los políticos también disfrutan de un estatus muy superior al del resto de los mortales, de un aura que los eleva por encima de los demás. Ser concejal hoy día no es cualquier cosa... Y no digamos consejero de una autonomía. Yo creo que estamos como cuando entonces: antes iban bajo palio; ahora van con una nube de periodistas a su alrededor y el cogote muy empinado. Es lo mismo de siempre.
España es un país inculto. No valora a sus maestros porque no cree en ellos. Seguimos con las romerías, los toros y los homenajes gastronómicos o pasteleros -como el del sábado en el Azoguejo-, que son cosas que siempre tienen subvención. Ya lo ha dicho el alcalde: "Aquí nadie es imprescindible". Sobre todo, si tiene estudios superiores.