Hace unos días recibí un correo electrónico de un amigo,
historiador, que reside en Estados Unidos. Cuando hace algunos años
viajó a Europa quiso pasar unos días en Segovia. Quedó fascinado, no
sólo por lo que vio, sino también por el buen trato recibido
(gastronomía incluida). Desde entonces, y mientras encuentra otra
oportunidad para volver, mantiene un contacto a distancia conformándose
con visitas virtuales a través de Internet. En el correo me preguntaba
por Diego de Colmenares, del que tenía alguna referencia gracias a la
lectura de un artículo aparecido en "El Adelantado. com",
titulado "Diego de Colmenares, en el olvido". Le envié
algunos datos biográficos y le mencioné la "Historia de la
insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de
Castilla", con la promesa de acompañarle en su próxima estancia
para visitar los lugares relacionados con el más ilustre cronista
segoviano.
Cumplido mi compromiso decidí escribir estos breves comentarios. Un
modesto recuerdo a los cronistas segovianos que a lo largo de los siglos
han dejado constancia de tantos acontecimientos que conforman nuestra
larga historia. Aquellos que han contribuido al acervo común del que se
nutren las nuevas generaciones. Gracias a su labor, los hechos pretéritos
se hacen presentes en la memoria y nos permiten compartir y apreciar los
valores propios sin menospreciar los ajenos. Diego de Colmenares, el
primero y más destacado cronista segoviano, sin dejar su lugar de
nacimiento fue un incansable viajero que recorrió los siglos de nuestra
historia remota. Descubrió antiguos sucesos y anotó hechos que él
vivió. Muchos de ellos dignos no sólo de ser relatados, sino también
de ser emulados. "Revolví los archivos generales y algunos
particulares de nuestra ciudad y obispado, junté libros y papeles con
mucho gasto y diligencia, procurando con trabajo, perseverancia y
desvelos suplir en algo la falta de mi suficiencia para empresa tan
grande". Hizo compatible el ministerio eclesiástico en San Juan de
los Caballeros con sus incursiones por la Segovia secular. Y durante
catorce años investigó en el archivo de la Catedral (donde late buena
parte de la dilatada vida de nuestra ciudad). De allí sacó a la luz un
cúmulo de acontecimientos que hoy día nos ayudan a conocer mejor
nuestros orígenes, realizando con ello un elocuente servicio a la
sociedad segoviana de todas las épocas. Así, por ejemplo, en el Capítulo
47 de su "Historia de Segovia" cuenta la visita que el rey
Felipe III hizo a la ciudad, un jueves 29 de octubre de 1598. "Apeóse
en el alcazar, a cuya puerta el conde de Chinchón don Diego Fernández
de Cabrera y Bobadilla, le entregó las llaves, que le volvió luego. En
comiendo bajo al ingenio a ver labrar moneda" (detalle
significativo sobre el atractivo "turístico" que en aquella
época ya tenía el Real Ingenio de la Casa de la Moneda). Las
circunstancias en las que tuvo lugar la visita del monarca eran
especialmente emotivas. Pues, por aquellas fechas comenzaba a remitir la
peste que asolaba a toda Castilla desde 1596. Se comprende que ante la
gran penuria existente y a falta de recursos terrenales, el pueblo
acudiese al auxilio de los celestiales y pidiese a San Frutos el remedio
que hoy suele resolver la avanzada medicina actual. A mediados de agosto
se notó una evidente mejoría, "habiendo muerto en seis meses más
de doce mil personas". No es de extrañar que la gente agradecida
"en nombre de la ciudad votara de celebrar la festividad de San
Roque, cada año en diez y seis de agosto".
Para mi amigo americano la historia de los pueblos pacíficamente
compartida viene a ser como la memoria en las personas sensatas. En la
madurez suelen convivir con sus propios éxitos y fracasos, aprendiendo
de unos y de otros con la esperanza de labrarse un futuro mejor. A esa
tarea colectiva contribuye el honrado cronista y, por eso, su trabajo
debe ser reconocido, levantando algún monumento público en su memoria.
Pero, mientras los presupuestos oficiales anden escuálidos y la
voluntad política flojee, el mejor modo de recordar a Diego de
Colmenares es difundir su vida y su obra para que no caiga en el olvido.
La atenta lectura de sus crónicas ayuda a estimar el legado recibido de
las gentes que en siglos pretéritos habitaron estas tierras a la vera
del Eresma. Las que recorrieron las mismas calles y compartieron los
mismos afanes. Pero, no sólo la lectura de documentos históricos
nos acerca a nuestros antepasados, también la rehabilitación de
antiguos monumentos como el edificio del Real Ingenio. Su reconstrucción
material significa en cierto modo rescatar del olvido un gran capítulo
de la historia de Segovia y de la historia de Europa. Es la mejor
tarjeta de presentación para el título de Capital Europea de la
Cultural en 2016.
Ver nuestro archivo completo de recortes de prensa en:
http://www.segoviamint.org/espanol/prensa.htm