La próxima fiesta de San Frutos invita a recordar la vida y
virtudes del santo. Y lo hacemos con la ayuda de nuestro gran
cronista Diego de Colmenares, en su "Historia de la insigne
ciudad de Segovia" narra la visita del rey Felipe III a
Segovia. Era un "sábado veinte y cinco de otubre, fiesta
de nuestro patrón San Frutos, por la tarde vinieron a nuestra
ciudad los reyes con mucho cortejo. Otro día fueron a la
Catedral a misa mayor que celebró el deán don Cristobal
Bernardo de Quirós con mucha solemnidad y el día siguiente
pasaron al bosque". El relato continúa refiriendo la
estancia de otros visitantes ilustres atraídos por una Segovia
tan "turística", entonces, como lo es hoy.
"Pocos días después, el sábado ocho de noviembre
llegaron los tres príncipes de Saboya, Manuel, Carlos y
Filiberto y fueron recibidos con mucho aplauso de nuestra ciudad
y salva de alcázar". A la mañana siguiente fueron a la
iglesia Catedral, a cuyas puertas salieron a recibirles el
obispo y el Cabildo. "Después de comer bajaron al
Ingenio real donde vieron batir las monedas desde la fundición
al corte; y por la alameda fueron a caballo al Azoguejo a ver la
celebrada Puente, que miraron con atención". En esta
crónica nada se dice de la expectación popular, aunque es fácil
de imaginar que sería grande y bulliciosa. Así solía ocurrir
en aquellos tiempos tan escasos en diversiones, sobre todo,
comparados con los actuales tan abundantes en espectáculos
callejeros.
Hoy día, transcurridos más de cuatrocientos años de aquel 25
de octubre que describe Colmenares, y contando ya casi diez años
del siglo XXI, vivimos en una Segovia muy diferente. Comparada
con aquella del siglo XVII, la actual es una sociedad mucho más
variada en costumbres y formas de pensar, pero que no ha
cambiado en su veneración al "Siervo bueno y fiel". Y
lo hace, cada vez con mayor fervor popular, como testimonia la
crónica de El Adelantado del año pasado: "la historia
reciente de Segovia recordará el 25 de octubre de 2008 como la
fecha que marcó un hito en las celebraciones de la fiesta de
San Frutos, donde los segovianos, espoleados por el buen tiempo
y la atractiva oferta de actividades que amalgamaron las
tradiciones más señeras de esta fiesta disfrutaron de forma
multitudinaria la festividad del patrón de Segovia". Una
celebración en la que no puede faltar la música festiva del
Nuevo Mester de Juglaría, las sabrosas "sopas del
Santo", la expectación del "milagroso paso de la
hoja" o la magnífica y emocionada interpretación coral
del "villancico".
Diferentes formas, pero un mismo espíritu de devoción
religiosa y de celebración popular que se mantiene a lo largo
de los siglos. Una participación sin exclusiones que habla de
la voluntad de la gente por manifestar sus tradiciones
culturales y religiosas. Un estudioso de la mística de S. Juan
de la Cruz e insigne visitante de Segovia, Juan Pablo II ha
escrito: "No hay identidad sin memoria" ("Memoria
e identidad". La esfera de los libros, 2005). Así es, pues
en ésta y en otras fiestas de honda raíz segoviana, hay un
recuerdo perenne que se transmite de generación en generación
y que ha ido forjando una identidad colectiva bien definida. Es
el poso de la historia viva, recogida en las crónicas antiguas,
en las hemerotecas digitales de los diarios actuales o en la
memoria familiar compartida. Esa rica historia recordada nos
impulsa a encarar el futuro con ánimo emprendedor. Además,
volviendo al presente y bajando al mundo de los negocios
terrenales. ¿Acaso, como ciudad turística, nuestros mejores
activos no residen en la historia y en la cultura? Que el santo
eremita los siga fructificando.